miércoles, 22 de agosto de 2012

Sobre la lentitud

En O Cebreiro, a  20 de Agosto de 2.012


"La tortuga tiene más cosas que contar que la la liebre"


La lentitud es una de esas virtudes olvidadas con la que te reencuentras a lo largo del Camino. El empuje de la inmediatez, la prioridad a lo urgente frente a lo importante o simplemente el vivir no-consciente acaban por dar la espalda a una opción infinitamente más rica: vivir lentamente.

En Navarra me sentía extraño, desencajado, contradictorio. No conseguía entender qué me pasaba, qué lucha interna se estaba librando, pero sabía que algo grande se estaba incubando dentro de mi. Mi cuerpo y mi mente no avanzaban al mismo ritmo y mientras el primero caminaba a cuatro por hora, la segunda seguía en su particular vorágine de urgencias, en esa especie de tornado que no da tregua y va destrozando todo cuanto encuentra a su paso.

Afortunadamente el Camino tiene sus propias reglas y la lentitud es una condición innegociable. Aunque te reveles contra ella acaba por imponerse y hacerse dueña y poco a poco va calando en todos los rincones para acabar llevando el sosiego donde antes reinaba el desconcierto. La lucha de los primeros días se tornó creadora y de la tempestad empezaron a surgir espacios increibles, enormes vacíos donde me sentía desnudo y pequeño pero a la vez entero y de una sola pieza. En ese momento, ante esa soledad tan terrible, empecé a entender que de nada sirve andar por andar, que poco aportan las pisadas cuando uno no sabe a dónde va y que se aprende mejor a navegar cuando la mar está en calma y el viento no sopla con fuerza. Fue entonces, a partir de ese preciso momento, cuando todo comenzó a cambiar y de un paso a otro, de andar por andar, comencé a caminar para crecer.


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