martes, 28 de agosto de 2012

Donde empieza el camino



Todo final es un nuevo comienzo porque nada se detiene después de alcanzar lo que parecía imposible. Aquella nebulosa lejana que ocultaba la catedral de Santiago cuando comencé a caminar acabó por cobrar forma una mañana de domingo entre los llantos y los abrazos de mis compañeros de camino. Fue un momento mágico lleno de vida, de ilusión, de felicidad plena, algo difícil de entender para aquel que no haya caminado con ese sueño durante tantos kilómetros.  Las emociones explotaban por doquier como pompas de jabón y sólo después de un tiempo tirado sobre las piedras del Obradoiro pude empezar a respirar con normalidad. Los momentos se abalanzaban sobre mi como gotas de lluvia que poco a poco me fueron empapando de recuerdos maravillosos, de postales, de senderos,  instantes y amaneceres inolvidables.


En medio de la multitud, sobre el fondo de esa gaita siempre presente, los peregrinos se abrazaban felicitándose por lo andado, a veces sin cruzar palabra alguna, y es que hay momentos en los que un pequeño gesto se basta y se sobra para expresar lo inexplicable. Con la cabeza sobre mi mochila y la mirada perdida en esas piedras centenarias fui bajando el volumen hasta que el bullicio se convirtió en un rumor casi imperceptible que acabó esfumándose como una vela recién apagada para dar paso a ese silencio interior donde las lágrimas brotan con soberana libertad. Sentí que esas lágrimas eran el último sello de una historia maravillosa pero también el primer cuño del camino que acababa de empezar, ese en el que ya no me acompañarán las flechas amarillas pero que inexorablemente terminará por llevarme hasta las puertas de mi destino. Hoy, con los ojos todavía empañados y el corazón embargado por la emoción, alzo la mirada y comienzo a dar mis primeros pasos hacia ese lejano horizonte desde el que ya me llaman el deseo y la utopía de encontrarme algún día allá donde se pone el sol.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Txoria

Le escuché esta canción a un peregrino vasco en un albergue de Castilla y me encantó... 

Hegoak ebaki banizkio
Neria izango zen
Ezzuen aldegiongo
Bainan honela
Ezzen gehiago txoria izango
Eta ni
Txoria nuen maite

Si le hubiera cortado las alas
hubiera sido mía
No habría escapado
Pero de esta manera 
nunca más habría sido un pájaro
Y yo
Yo quería a ese pájaro.



"Sólo a través de la vivencia y la experiencia de quién eres y de quién no eres, vivenciarás y atisbarás quién quieres ser" 


Neal Donal Walsch

Sobre la lentitud

En O Cebreiro, a  20 de Agosto de 2.012


"La tortuga tiene más cosas que contar que la la liebre"


La lentitud es una de esas virtudes olvidadas con la que te reencuentras a lo largo del Camino. El empuje de la inmediatez, la prioridad a lo urgente frente a lo importante o simplemente el vivir no-consciente acaban por dar la espalda a una opción infinitamente más rica: vivir lentamente.

En Navarra me sentía extraño, desencajado, contradictorio. No conseguía entender qué me pasaba, qué lucha interna se estaba librando, pero sabía que algo grande se estaba incubando dentro de mi. Mi cuerpo y mi mente no avanzaban al mismo ritmo y mientras el primero caminaba a cuatro por hora, la segunda seguía en su particular vorágine de urgencias, en esa especie de tornado que no da tregua y va destrozando todo cuanto encuentra a su paso.

Afortunadamente el Camino tiene sus propias reglas y la lentitud es una condición innegociable. Aunque te reveles contra ella acaba por imponerse y hacerse dueña y poco a poco va calando en todos los rincones para acabar llevando el sosiego donde antes reinaba el desconcierto. La lucha de los primeros días se tornó creadora y de la tempestad empezaron a surgir espacios increibles, enormes vacíos donde me sentía desnudo y pequeño pero a la vez entero y de una sola pieza. En ese momento, ante esa soledad tan terrible, empecé a entender que de nada sirve andar por andar, que poco aportan las pisadas cuando uno no sabe a dónde va y que se aprende mejor a navegar cuando la mar está en calma y el viento no sopla con fuerza. Fue entonces, a partir de ese preciso momento, cuando todo comenzó a cambiar y de un paso a otro, de andar por andar, comencé a caminar para crecer.


jueves, 16 de agosto de 2012

Sobre el camino del desprendimiento


En Astorga, a 16 de Agosto de 2012


El Camino de Santiago es un camino de desprendimiento completamente ajeno a la gravedad natural del día a día. Aunque aparentemente llevo más peso sobre los hombros, me siento ligero como si con cada paso estuviese dejando atrás alguno de esos lastres ocultos que arrastro sin apenas percatarme.

A veces, al lado del camino, encuentras pequeños montículos de piedras apiladas que no parecen responder a ningún orden establecido. Se levantan como altares improvisados que parecen recibirte tras permanecer impasibles después de una larga espera. Me pregunto si esas piedras no serán lastres abandonados, historias perdidas o acaso páginas pasadas que ni siquiera llegaron a historias. Lo cierto es que ahí quedaron como el testimonio inerte de alguien que pasó, huellas congeladas del enorme reguero de buscadores que vienen recorriendo desde hace siglos este maravilloso camino del viento y las estrellas.

Yo, aun aferrándome al suelo en cada pisada, me siento ligero como un globo a punto de soltarse y despegar. Esta locura me confronta continuamente conmigo mismo, me pregunta, me interroga y me exige respuestas, y ese incómodo pero inevitable encuentro con mi otro lado acaba resultando explosivo, liberador, quizás el más importante de todos cuantos he vivido en este largo caminar.

Hoy tengo muchas más preguntas que respuestas pero si algo tengo claro, después de todo lo andado, es precisamente lo mucho que aun me queda por recorrer, así que, aunque no encuentre, continuaré caminando. Ya dejé atrás las eternas llanuras castellanas y los montes de León se alzan en el horizonte, apenas a un suspiro. Allí, a las puertas del Bierzo, esperan la subida al Irago y la Cruz de Ferro. Después Pons Ferrata, Villafranca del Bierzo, Vega de Valcarce y justo detrás, como un faro encendido en la oscuridad de la noche, Galicia.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Amanece en Castilla


En Castrojeriz, a 9 de Agosto de 2012


A las cinco y media de la mañana la actividad en el albergue de peregrinos es frenética. Las linternas empiezan a encenderse como las luciérnagas en la noche y poco después el ruido de las alarmas, las cremalleras y las bolsas de plástico convierte el ajetreado barracón en un espacio bullicioso en el que resulta imposible continuar durmiendo. Comienza entonces un disciplinado desfile de sombras en el que todos parecemos saber cual es nuestra posición, como si se tratase de una escena ensayada, de unos pasos premeditados.

En el comedor ya hay gente desayunando y los más madrugadores se cuelgan las mochilas para comenzar la etapa. Aquellos que arrastran ampollas se hacen las últimas curas intentando encajar las botas lentamente para tratar de rozar lo menos posible la obra de ingeniería en la que han convertido sus maltrechos y desgastados pies. Poco a poco las mochilas se van alejando en medio de la noche en la dirección marcada por las flechas amarillas y todo parece formar parte de un ritual ancestral en el que cada peregrino representa su propia historia dentro de este ensayo colectivo.

No se si me alcanzarán las fuerzas para llegar a Santiago pero eso cada día me importa menos. En Castilla, cuando pensé que empezaba la parte más dura del Camino, me di cuenta de que, en realidad, era yo el que estaba dejando de hacerlo porque ahora estoy convencido de que es precisamente en la inmensidad de este mar amarillo donde este Camino empezó, de forma sutil y casi imperceptible, a hacerme a mi.

sábado, 4 de agosto de 2012

Donde se cruzan el camino del viento con el de las estrellas



En Santo Domingo de la Calzada, a 3 de Agosto de 2012


Después de ocho días de camino sigo lleno de sensaciones contradictorias aunque poco a poco y paso tras paso se van encenciendo en mi interior esos rincones de mi alma que permanecieron en penumbra durante tantos años. De un lado están el dolor y el cansancio acumulados que a veces me ocupan toda mi mente y ni tan siquiera me dejan descansar. Pero en el otro están la lentitud y la inmensidad, la sencillez y la humildad impuestas por unos senderos que, siendo uno, igualan a todos los peregrinos en lo más auténtico y profundo del ser humano, esa parte de todos nosotros que habita en la grandeza del silencio.

Un hombre cansado es igual que otro hombre cansado, independientemente de su procedencia o parecer. El agotamiento del peregrino, aunque vivido en la intimidad, es compartido por todos y basta una mirada cómplice para llegar al entendimiento. El crisol de lenguas y banderas que caminan por estas pistas se funden en un sólo fluir de caminantes que siguen incansables una única dirección marcada por las flechas amarillas y toda diferencia parece diluirse en esos lugares comunes, en ese único impulso que hace de este camino algo mucho más grande que un simple sendero.

Navarra, donde se cruzan el camino del viento con el de las estrellas, ya quedó atrás y con ella el bosque encantado, el alto de Erro, el puente de la Rabia, el valle del Arga, las calles de Pamplona, el alto del Perdón, el puente de la Reina Doña Mayor, las calzadas romanas de Cirauqui, las rúas de Estella la bella, la fuente del vino, la iglesia templaria de Torres del Río o las tierras de Cesar Borgia. 

Hoy, tras mi paso por Logroño y Nájera llegué a otro lugar mítico de la ruta Jacobea, Santo Domingo de la Calzada, la ciudad del que fue mayor benefactor del Camino. En los próximos días continuaré subiendo hacia la meseta por los montes de Oca y las legendarias tierras de Atapuerca para, después de un breve paso por Burgos, afrontar el que es sin duda el mayor reto del Camino: Castilla.