viernes, 15 de agosto de 2014

Montañas azules y costas de ensueño

Thanjore, 16 de agosto de 2014


Desde Mysore comencé mi subida a los Nilgiri, las montañas azules de los Ghats Occidentales. Ooty no me resultó extraordinariamente interesante aunque, para ser honestos, creo que el monzón tuvo mucho que ver con esa percepción. De cualquier forma, Ooty no es una ciudad india. La fundaron los ingleses en la época dorada del Raj y la impronta británica está presente por todos lados, desde los colegios internacionales al jardín botánico. Supongo que un mejor tiempo me hubiera permitido disfrutar más de la montaña pero, dadas las circunstancias, decidí continuar camino.


El viaje a Munnar no lo tenía demasiado claro así que madrugué para tomar uno de los primeros autobuses a Coimbatore y decidí ir montando el trayecto durante el día. Si llegaba bien y si no ya dormiría en cualquier sitio. Me encanta esa sensación de incertidumbre porque siempre precede a los momentos más enriquecedores. En Coimbatore tuve que cambiar de terminal en un bus urbano y desde allí tomar otro a Udamalai donde pude encontrar el enlace a Munnar. En este último trayecto conocí a Sheik, un chico indio con el que acabé almorzando y poco después, antes de subir al autobús para Munnar, a Mónica y Elena, con las que he compartido mi última semana de viaje.

Munnar es un verdadero paraíso. Allí, a casi dos mil metros de altitud, se cultiva uno de los mejores tés del mundo y a lo largo de sus laderas la vista se pierde en interminables plantaciones que parecen almidonar la montaña entre las cascadas y las praderas. Tuvimos la suerte de poder hacer un trekking y fue allí donde vivimos un inesperado encuentro. Justo cuando acabábamos de pasar la cima, un enorme elefante salvaje se cruzó ante nosotros. Lejos de marcharse ante nuestra presencia, el animal alzó la mirada de manera desafiante y se quedó plantado sin moverse ni un solo centímetro. La cara del guía se volvió pálida y con un gesto nos indicó que nos subiéramos a una roca y nos preparáramos para correr. A pesar de su apariencia serena y pacífica, el elefante es uno de los animales más peligrosos que existen y un ataque puede resultar fatal. Estuvimos esperando sobre la roca más de media hora y al final el guía se negó a pasar por un camino alternativo y decidió deshacer lo andado. No se que tipo de experiencias se han vivido en Munnar con los elefantes pero vista la velocidad a la que bajábamos me pareció que la prudencia del guía estaba más que justificada. A pesar del cambio de planes, la salida fue maravillosa y los paisajes que disfrutamos desde arriba no los olvidaré nunca.

Al día siguiente continuamos camino hacia Allepey y Kochi, en la costa de Kerala. Allí se celebraba una carrera de barcas multitudinaria que es el evento más importante del año en el estado del sur. Compartimos estos días con Cat, una inglesa de Oxford, y con Karishma, una chica de la India del norte. El paisaje de los backwaters es francamente impresionante y sin duda la experiencia de presenciar la carrera desde un barco resultó interesante aunque algo pesada. Kochi me gustó mucho más que Allepey. En su pasado colonial se funden reminiscencias portuguesas, holandesas e inglesas lo que convierte su arquitectura en una bonita mixtura. Pasear por Fort Cochin, la parte más antigua de la ciudad, es un relajado placer y sus calles guardan algunas sorpresas, como la bella sinagoga donde Salman Rushdie situó la acción de su libro El último suspiro del moro. En Fort Cochin nos alojamos en una casa particular donde por poco dinero nos alquilaron un par de habitaciones, algo que es tradición aquí y que nos permitió acercarnos más a los lugareños.

En Kochi cerré mi paso por Kerala y salté de nuevo a Tamil Nadu para visitar Madurai y Thanjore, donde me separé de mis compañeras de viaje después de una semana de vivencias compartidas. Aunque aun faltan unos días para volver a España, ya empiezo a sentir el tiempo como una cuenta atrás, y los nuevos trayectos no tendrán más interés que el de llevarme a destinos conocidos desde los que emprender el camino de vuelta, ese que, bien entendido, no es más que el de un nuevo comienzo.
 


2 comentarios:

Unknown dijo...

Apasionante Gustavo, gracias por compartirlo.

María Magdalena dijo...

No sabía que estabas en la India, Gustavo!! Fascinantes y enriquecedoras vivencias!! Gracias por compartir!!