La desnutrición infantil es una tragedia que está
destrozando día a día la niñez guatemalteca. Según Unicef, Guatemala tiene actualmente la tasa de desnutrición
infantil más alta de Latinoamérica y la sexta a nivel mundial afectando a uno
de cada dos niños menores de cinco años. Al lado del hambre se encuentran los
conflictos de género. Como apunta Glenda García, en Guatemala podremos
encontrar múltiples identidades masculinas pero todas tienen algo en común, la
dominación del hombre sobre la mujer. La inexistente planificación familiar y
el brutal machismo que abre esa enorme brecha de género nos lleva a
encontrarnos con familias de nueve o diez hijos sin apenas recursos para
alimentarlos.
La enorme desigualdad social, que no deja de incrementarse
con las políticas neoliberales del gobierno, está consolidando la asimetría y el
injusto reparto de la riqueza, haciendo al rico cada vez más rico y al pobre
cada vez más pobre. Al final la desdicha recae, como siempre, sobre el más
débil y ese, como siempre, acaba siendo el niño que tuvo la mala fortuna de
nacer donde nació.
La tasa de analfabetismo es muy alta y en las familias
humildes la educación de los hijos no es ni mucho menos una prioridad. La
economía de subsistencia gira entorno al cultivo del frijol, el maíz o el café.
Nos contó Nora, una maestra de San Carlos, que cuando llega la época de la
recolección las clases se vacían porque los padres se llevan a los hijos a
trabajar al campo. Según la organización Care Internacional, Guatemala es el
país de Centroamérica con más niños trabajando y se estima que casi un millón
de menores contribuyen al sustento familiar desempeñando diversos trabajos en
el campo o la venta ambulante.
Muchos niños llegan a la escuela con el estómago vacío,
débiles y cansados. Les cuesta mantener la atención y muchos de ellos se
duermen en clase pero contra eso nada se puede hacer. En el recreo reciben la
refacción, el sustento alimenticio que se reparte gracias a la ayuda de ONGs
como Ibermed. Ese momento saca de mi las emociones más profundas y me sume en
una tristeza que me inunda por completo. Todos los niños llevan una tacita para
la incaparina y los días que hay algo más también un platito. Las madres
preparan la refacción en la cocina y los niños guardan fila ordenadamente
esperando su turno. Saben que ese es uno de los momentos más importantes del
día. Cuando hay algo más guardan parte de la comida para repartirla entre sus
hermanos pequeños que aun no van a la escuela y ni siquiera pueden comer ese
pequeño bocado. Otras veces le pasan parte de la incaparina a través de la
valla y es que estos niños tienen un sentido de la solidaridad increíble y
saben que tienen que repartir lo poco que tienen. A pesar de todo, sonríen y
llenan de alegría los espacios por los que pasan, agradeciéndote cada gesto
como si les hubieras entregado un enorme tesoro. Y ahí me levantan, me agarran,
me abrazan y me recuerdan con solo mirarme lo afortunado que soy y lo
enormemente injusto y cruel que es este maldito mundo en el que vivimos.
3 comentarios:
Querido Gustavo: Gracias de nuevo por poner tu pluma y ser nuestros ojos allá por donde pasas, en esta ocasión es hacer más cercano lo cercano porque al leerte siento que mis entrañas se conmueven por la parte que nos toca de responsabilidad en que las escuelas tengan algo que dar a lo niños y niñas. La educación es lo único que puede salvarnos de esta locura, de esta desigualdad injusta e innecesaria.
Te imagino dándote a ti y a Mere, qué buena pareja hacéis para llevar ilusión y buen hacer por donde estéis, Me alegra saberos allí paseando por los colegios y viendo las caritas. No olvides saludar especialmente a las maestras de San Antonio, la directora es Edelwina que es nuestro colegio y a la de San José Dinora, diles que les mandamos un abrazo y fortaleza para seguir adelante. Para ti, amigo, mi admiración y cariño y también la bendición para tus tareas y tus días para que sean fructíferos y llenos de intercambio solidario que ya sabemos que es la ternura entre los pueblos. Te abrazo.
Hola Gustavo, que suerte que compartas con nosotros estas vivencias, de alguna manera nos sentimos parte de tu proyecto. Estoy segura de que harás muchas fotos y en septiembre podemos organizar una campaña de sensibilización en el insti.
Un abrazo fuerte.
Hola Gustavo, que bonitas palabras, pero qué tristes a la vez. Es importante que nos cuenten estas cosas porque a pesar de que lo vemos todos los días en los distintos medios, se nos olvida, nos metemos en nuestro micromundo y no vemos más allá de nuestras narices. Y las cosas hay que verlas,no se pueden ocultar.
Un beso.
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