jueves, 14 de agosto de 2008

Efes



En Konya, a 13 de Agosto de 2.008


Cuando salimos de la Yellow Rose, la pensión en la que nos alojamos en Çanakkale, estábamos convencidos de que la próxima parada iba a ser Bozcaada, una isla del Egeo muy próxima a la costa. Sin embargo, antes de partir, pasamos por la oficina de información turística donde nos hablaron, en su afán de agradar, de las delicias que la ciudad tenia preparadas para el turista (hoteles, restaurantes, viajes organizados...) sin saber que aquello era precisamente de lo que nosotros estábamos huyendo. Acto seguido, sobre el mismo mostrador de la empresa de autobuses, cambiamos Geyikli por Selçuk y dirigimos nuestros pasos hacia el sur de la costa jónica, posiblemente la zona de Turquía con mas yacimientos por kilómetro cuadrado, un lugar donde la historia se vive, se palpa e incluso se escucha.
A Selçuk llegamos al atardecer, cuando ya empezaban a recoger los puestos del mercado cercano a la estación. El primer hostal que visitamos no nos gustó así que decidimos alejarnos del centro hasta una zona donde sabíamos que podríamos encontrar algo. Los dos siguientes estaban llenos y la noche ya se había cerrado. Al final, Osman, el propietario del hotel Nazar, nos prometió una habitación para el día siguiente y consiguió que un amigo nos alojara en su pensión. Al poco llego Adnan en un Fiat ranchera al que nada le funcionaba bien pero cuyo motor aguantó lo suficiente como para acercarnos hasta nuestro nuevo alojamiento La pensión Barim, con sus luces de colores y su balcón lleno de banderas y adornos de forja hechos por el propio Adnan, puede resultar un poco chocante por fuera pero cuando entras dentro te encuentras con una casa antigua, de gruesos muros de piedra, donde la hospitalidad rezuma desde sus 140 años de historia. La familia era encantadora y el ambiente relajado y tranquilo, tanto que pronto nos sentimos allí como en casa. La habitación, modesta pero muy acogedora, lucia fotos de Ataturk en las paredes y se encontraba en un lugar apartado del edificio. Pronto descubrimos que Adnan y su familia nos habían dejado la habitación de los niños para que pasáramos allí la noche. Nos prepararon la cena con la comida que les quedaba y en su patio de estilo turco vivimos un momento inolvidable que sirvió de broche a un largo día de ruta. Por la mañana volvimos al Nazar y una vez instalados nos dispusimos a visitar la ciudad.
Sobre la colina de Ayasuluk se encuentra la ciudadela, que preside todo el horizonte, y un poco mas abajo, los restos de la basílica de San Juan levantada por el emperador Justiniano en el siglo VI d.c. Fue aqui, sobre esa colina, donde el cuarto evangelista escribió, durante su segunda estancia en Efeso, su particular visión sobre la vida y muerte de Jesucristo. Antes ya había vivido un tiempo aquí junto a la Virgen María, entre los anos 37 y 48, y la creencia popular sitúa sus restos en la misma colina sobre la que escribió sus eternas palabras. Efeso era por aquel entonces una prospera ciudad comercial y también un lugar de encuentro, comunión y convivencia pacifica entre distintas culturas y religiones. La ciudad clásica mejor conservada del Mediterráneo oriental, la antigua Efes, fue un centro de culto a Cibeles, la diosa anatolia de la fertilidad. Bajo la influencia de los jonios, Cibeles se convirtió en Artemisa, la diosa virgen de la caza y la luna, en cuyo honor se construyo un maravilloso templo. Cuando los romanos tomaron el poder y formaron la provincia de Asia, Artemisa paso a ser Diana y Efeso se convirtió en capital provincial romana. Nosotros tuvimos la fortuna de pasear por lo que queda de ella a ultima hora de la tarde, cuando el sol es mas clemente y la luz se vuelve mas densa y bella. Resulta imposible pasear por la Via Sacra o la Via de los Curetes sin imaginarse el trasiego de una ciudad en ebullición, el ruido de los carros o los pasos de la gente. La biblioteca, el ágora o la basílica son una muestra mas de la grandeza de Efes, pero si algo me impresiono poderosamente fue su gran teatro, una construcción absolutamente perfecta capaz de albergar a 25,000 personas y cuya acústica sigue siendo sorprendente hoy en día.
Efeso comenzó su decadencia a medida que el mar se fue alejando y aquella marea sin retorno fue consumiendo el esplendor de tiempos pasados hasta apagarlo como una vela en la noche. Hoy, sobre los lomos del monte Pion, apenas queda el esbozo de lo que fue una gran ciudad pero para los ojos de la imaginación, para la mirada atenta, ese apunte es mas que suficiente, porque, como dice Galeano, en lo poco que esta, esta todo lo que estuvo, y ante esas piedras solo basta querer para escuchar, aprender y volar.

2 comentarios:

tipiconsla dijo...

Me encanta leerte. Nada como tus descripciones para hacerse a la idea de la esencia de las cosas. Reconozco que yo habría visitado la islita, pero después de leer sobre Efeso...

Gustavo dijo...

Gracias Miguel por estar cerquita!!! Ya tengo ganas de verte! Un abrazo amigo!